16/2/08

EL HOMBRE DEL PUEBLO

>El documental “Cocalero” –del brasileño Alejandro Landes- se pone en cartel este jueves en el Espacio 73. Latinoamérica entera se muestra ahí. Un espejo para vernos... Si queremos.
El brasileño Landes –director- se crió en Ecuador, estudió en Estados Unidos –Universidad de Brown, de donde egresa en 2003 con un título en política económica-, escribió en The Miami Herald y en televisión trabajó en el programa Oppenheimer Presenta. Viajó a Bolivia a realizar este documental, y actualmente reside en Buenos Aires. El director de fotografía José Manrique Behrens es venezolano, se graduó en Emerson College en comunicación, fue productor y editor en televisoras de Latinoamérica y los Estados Unidos, obtuvo un diploma en cinematografía en Praga y viajó por África, Latinoamérica y Europa, filmando y editando documentales y comerciales para televisión. La productora Julia Solomonoff –rosarina- fue asistente de dirección en “Diarios de Motocicleta”, dirigió su largometraje “Hermanas”, y ha realizado importantes trabajos en cine y televisión.
Un promisorio equipo para una aventura fílmica completa: Recorrer los últimos 60 días de la campaña presidencial de Evo Morales en Bolivia. Desde el monte hasta la ciudad, desde el campesino cocalero al trabajador urbano, desde la indiferencia al fanatismo, todo Bolivia es registrado en torno de la figura de su más icónico líder. El equipo no solo filma, sino que vive una transformación permanente, y un pueblo entero atraviesa el lente y el micrófono para hacerse parte de algo inimaginable: Los hijos de la tierra, los verdaderos dueños de América, reclamando su derecho a gobernarse y decidir.
La cámara registra -en tiempo televisivo- instancias íntimas de una campaña electoral. Los simbolismos musicales propuestos juegan a traición, y el sonido –arrebatador y descarnado- nos hacen la mala pasada de meternos dentro de la pantalla. Si ninguno de los realizadores pretendieron hacer una propaganda, se defraudaron y mucho: “Cocalero” es un himno a Bolivia, un homenaje a los aborígenes y un halago enaltecedor a Morales y sus compañeros. La lección está aprendida: Para mostrar algo hay que meterse dentro y hacerse parte.
Evo no es un hombre, sino el nombre que tomaron los bolivianos para hacerse oír. La hoja de coca no es una reivindicación, sino la contradicción central donde todo se transforma. Bolivia no es un pueblo: Somos todos. Si alguna vez quisimos vivir una revolución popular y democrática, esta es la oportunidad de estar dentro de una. El filme construye su propia línea narrativa, y desplaza estructuras conocidas para fundar una nueva épica de la aventura política. Y eso alcanza hasta para una final feliz.-
 

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